Hoy me han contado una historia de Tokio muy bonita.
Hachikō, conocido ahora también como El perro fiel, era un perro raza Akita y pertenecía a un profesor. Inicialmente era un regalito para la hija de este, pero ella se mudó a casa de los padres de su futuro marido, y el profesor se había encariñado mucho con el cachorro, así que se lo quedó.
El perro le seguía a todas partes y cuando su dueño se iba a trabajar, le acompañaba hasta la estación de Shibuya, y horas más tarde, al finalizar la jornada laboral de su amo, volvía a buscarle para ir con él hasta casa.
Un día, el profesor falleció mientras estaba fuera de casa. Hachiko le esperó horas y horas en el andén, y volvió cada uno de los días hasta su propia muerte (10 años más tarde!) con la esperanza de ver regresar a su dueño.
Esto conmovió mucho a la gente que conocía el suceso, y en el 35, en esa misma estación, se erigió una estatua en su honor, que tras ser "reutilizada" en la segunda guerra mundial, volvió a ser construida definitivamente en 1947.
Las personas tenemos mucho que aprender acerca de la fidelidad hacia aquellos que la merecen.
1 comentario:
joé ceci, qué manera de sacar la lagrimica ya de mañana... encima que hace una semana que no veo a Blas y estoy con morriña de perrete.
Preciosa historia!
Publicar un comentario